lunes, 28 de septiembre de 2015

Querida Antonella


Querida Antonella:

Tu novio quiere follar conmigo.
Estoy harta de ser la amante y de que teniendo un papel tan difícil y tan injusto, encima siempre sea yo la mala de la película. Estoy harta de que las mujeres siempre seamos tan poco empáticas entre nosotras mismas, tan competitivas, tan rivales.
¿Por qué cuando nuestra pareja nos engaña es más sencillo culpar a la amante que hacer realmente frente a la traición del hijo de puta que nos ha traicionado?
¿Nunca nos hemos visto en el lugar de ella?
Cabe la posibilidad de conocer a alguien que nos atrae muchísimo y al que también atraemos. Entonces él nos cuenta una historia en el que normalmente su mujer no sale muy bien parada. Nos dice que su relación se ha vuelto un infierno, y por eso nos parece que tiene sentido que se hayan fijado en nosotras. Nosotras les escuchamos, les creemos, les comprendemos. A veces nos convencen incluso de que están a punto de romper. Y a veces caemos.
Estamos siendo igual de engañadas que las esposas tradicionales, pero en realidad es casi peor. 
Nadie sabe que existimos, así que no tenemos derecho a nada. La amante lo sabe todo, por lo que es la más paciente, la más comprensiva, la más generosa. Entiende que tiene que compartir a su amado hasta que él, el pobre, consiga resolver su situación con su mujer que pese a que es una pesada, por supuesto está en primer lugar junto con los niños, el trabajo y todo el mundo de obligaciones rutinosas. Nunca esperamos nada a cambio.
Antonella, yo no me he acostado con tu novio. No quise.
O más bien, no pude, porque en realidad sí que me apetecía. Pero el día que vino a casa dispuesto yo me quedé bloqueada y menos mal, porque ahora me he dado cuenta de que no era de fiar y te voy a contar por qué:
Nosotros hablábamos a diario sobre todo mientras él trabajaba. Pero el sábado, que fue su día libre de la semana pasada apagó el teléfono del trabajo todo el día. Evidentemente para prestarte atención a ti, lo que me parece muy bien. El domingo yo dejé mi teléfono en casa y me fui todo el día a la playa, y de noche al regresar él ya me había escrito. Empezamos a hablar y me preguntó cuánto me había acordado de él. Cuánto le había echado de menos.
Entonces me di cuenta de que eso era lo que él esperaba. Que yo, enamorada, estuviera en casa extrañándole mientras él se dedicaba a su familia. El papel que él (como tantos otros) considera que me corresponde es ese; que yo “sufra” mientras él “disfruta” hasta que pueda volver a atenderme. He leído entrelíneas su orgullo, como si su ego se alimentara de mi supuesto mal rato. Como si el hecho de que yo me hubiera sentido mal, sirviera para que él se sintiera mejor. ¿Qué tipo de amor o siquiera de aprecio es ese?
Yo le expliqué que no quería dedicarme a echarle de menos, que prefiero intentar alegrarme de sus alegrías. Que se centrara en ti y en su relación contigo. Le dije que yo no quería rellenar una carencia de ustedes, que no me parecía que tuviera sentido vivir pensando románticamente en él porque yo también necesito espacio mental para tener la posibilidad de generar mi propia familia.
Contestó que me entendía y que algún día nos casaríamos, pero al día siguiente me enviaba la foto de su polla, me informaba de que podría terminar a las doce y me invitaba consecuentemente a un “pepinazo cósmico”.
Creo que somos nosotras mismas las que permitimos que estas situaciones se den, entre otras cosas porque no fidelizamos entre nosotras. Nos aterra romper el silencio y compartir nuestras versiones, prevalecen las culpas y los miedos.
Ellos tampoco nos lo ponen fácil. Si sospechan que estamos dispuestas a hablar, preguntan qué queremos a cambio del silencio. Porque en el mundo al revés decir la verdad es eso: o una amenaza, o una venganza. Y se preguntan por qué, para qué.
A veces se ponen de víctimas… ¿Por qué quieres hacer daño? Y otros, muy cabrones, se encargan de anticiparse y hacer una campaña publicitaria negativa; “Si viene la loca esta a contarte que sepas que es eso, una loca”.
Pues sí. En el mundo al revés creer en realidades diferentes implica estar loca. Estar cuerda sería asumir que no es asunto mío, además sería lo más cómodo y no correría el riesgo de que pienses de mí todo lo que te pueda estar pasando por la cabeza. Pero resulta que tu relación con él me incumbe porque influye directamente en el rol que él pretendía que yo desempeñara.
Me incumbe porque muy probablemente me hubiera engañado también a mí.
Me incumbe porque no quiero sentirme utilizada, porque me parece importante al menos que ellos empiecen a valorar que la posibilidad de que nos apoyemos entre nosotras también cabe, de que no somos tan imbéciles. Creo que las mujeres deberíamos de abolir la ley que dice que tenemos que callarnos y que desconfiemos las unas de las otras.
Asústense: tenemos el don de la palabra. Existen las redes sociales, los wasaps con todas las conversaciones guardaditas, los contactos en común.
Y yo lejos de amenazar, aviso: La próxima vez que me vuelvan a enviar la foto de una polla, prometo publicarla en el periódico.
Discúlpame, Antonella si no querías enterarte. Muchas veces el problema es ese.

Un abrazo fuerte,

Marta





sábado, 21 de febrero de 2015

Amo a mi marido


Yo practico el amor libre: amo a mi marido porque me da la gana.
Que solo faltaba que tuviera que justificarme por querer estar como hayamos decidido con quien yo haya decidido. A estas alturas.
Si escribo sobre el poliamor soy una tipa de la que nadie es capaz de fiarse. Si confieso como la Pantoja que he conocido a alguien cuyo calor extraño, soy una contradictoria y una retrógrada.
Amigos que en realidad nunca lo fueron desaparecen.
Estoy tan sola como siempre, intentando vivir las cosas sin dogmas ni normas, afinando la brújula interna como si fuera un instrumento musical de cuerda muy antiguo, como el del interior de las ballenas.

Orientarme, comunicarme.

Pese a la pesadilla de los zombis que siguen soporíferos queriendo hacer daño, y al agotamiento exhaustivo de las injusticias, estamos de fiesta. Encendemos todas las luces, todas las llamas. Celebramos; el agradecimiento vital es generoso y  adictivo. Y es, además, el mejor arma contra la  basura que de vez en cuando nos ponen delante, como para ver si se nos revuelven las tripas y nos desencaminamos.
Practico la indiferencia de las ranas que cantan felices en los charcos hacia los que se sublevan contra el canto de las ranas en los charcos… Si alguien se opone, que se oponga; las quejas por escrito, no vamos a leerlas.

Me abrazo al regalo que ha llegado envuelto en capas de casualidades. Con sus manos suaves y su corazón enorme me canta canciones de cielos y lunas y lechugas y vacas. Ojos que se conectan desde dentro, palabras que sobran: Mi marido me ama porque le da la gana.